Disfrutábamos de la espectacular vista, de una suave brisa marina y de nuestros deliciosos rollitos de langosta, cuando a nuestro lado se sentó una familia de cuatro, los padres y sus dos hijos adolescentes. No les presté mucha atención hasta que uno de los chicos pidió su orden: papas fritas, Mac n’ Cheese, una porción grande de pollo frito con doble ración de kétchup y mayonesa, y una Cola Cola grande. Y todavía más, quería guardar espacio para un pastel de pacana. Debía tener unos 14 años, un chico muy guapo, pero muy pasado de peso. Toda la familia comía, comía y comía.
De repente, me sentí llena de ver tanto comer. Mi amigo, que había notado mi reacción, me pregunta sobre qué tema pensaba escribir mi próximo blog. Sobre la obesidad, le contesté. “¿Sabes que uno de cada 10 estadounidenses es obeso? ¿Y que uno de cada tres niños en los Estados Unidos es obeso o padece de sobrepeso? Tenemos el índice más alto de obesidad en el mundo. Es un tema urgente, sobre el que creo que tengo algo que aportar”.
Tengo la impresión de que me oyeron, porque la mamá le dijo al chico “Cariño, no te lo tienes que comer todo aquí. Podemos llevarnos lo que sobre para la casa”. No obstante, al momento de marcharse, ya no quedaba nada, ni siquiera migajas del pastel.
Según el Centro Nacional para Prevención y Control de Enfermedades, la cifra de personas con sobrepeso en los Estados Unidos asciende a 155 millones. Actualmente contamos con más comidas procesadas y comida chatarra a nuestra disposición que nunca antes, y estas son promocionadas por agresivas campañas de mercadeo enfocadas en el consumidor promedio; no es por ello de extrañar que los expertos consideren que es el mismo ambiente relacionado con la comida el principal promotor de la obesidad.
El problema está en que el exceso de grasa en el cuerpo conlleva riesgos de desarrollar enfermedades como presión alta, diabetes tipo 2, enfermedades del corazón, problemas respiratorios e incluso ciertos tipos de cáncer. La industria relacionada con la pérdida de peso facturó unos 60 mil millones de dólares solo el año pasado y el costo de tratamientos médicos relacionados con enfermedades ligadas al sobrepeso alcanzó la astronómica cifra de 190 mil millones de dólares, casi el 21% de los gastos médicos anuales en los Estados Unidos. Tal como están las cosas, no parece haber una solución a la vista para esta pandemia.
Si hubiese tenido la oportunidad de hablar con el adolescente obeso que se sentó a mi lado en Montauk, le habría sugerido, entre otras cosas, que comiera más despacio y masticara bien cada bocado. Le habría preguntado qué significa para él la comida, me habría interesado por saber si él quería mejorar su salud y por qué; luego juntos, hubiéramos buscado una buena motivación para hacerlo. Tal vez, cambios pequeños que se pueden ir incrementando, como comer más frutas y verduras, sería algo con lo que el chico estaría de acuerdo. ¿Estaría dispuesto a controlar sus porciones de comida? Yo le diría que pasito a pasito se llega, y nos enfocaríamos en sus metas de salud, más que en alcanzar un número en la balanza.
Y caminaríamos mientras charlábamos, para que se fuera moviendo, sin prisa, pero sin pausa. Ahora que lo pienso, debería volver a Montauk este fin de semana. Me quedó ese asunto pendiente.